7 de noviembre de 2015

LAS EMOCIONES

LAS EMOCIONES


El niñ@, desde sus primeras semanas de vida muestra una serie de emociones (estado de agitación fisiológica que aparece como reacción a un estímulo) como la alegría, tristeza, miedo, aversión… mediante los cuales expresa lo que siente antes de llegar a la adquisición del lenguaje. Por ello, es muy importante intervenir en el desarrollo afectivo de los pequeños, pues se trata del proceso por el cual el niñ@ construye su identidad (su yo), su seguridad, su autoestima, la confianza en sí mismo y en el mundo que le rodea a través de la interacción con sus iguales etc. Esto le permite distinguir las emociones, expresarlas, identificarlas y controlarlas.

La afectividad del niñ@ se reconoce por las experiencias de afecto que manifiesta a través de su conducta externa: experimenta deseos, sentimientos, emociones que van incorporándose a los estados afectivos que ya tiene al nacer; manifiesta de forma externa sus emociones y esto le permite recibir la atención necesaria para su supervivencia y desarrollo y da significado a lo que siente, aprendiendo a expresarlo en lo que nos rodea.

Por ello, las diferentes vías que componen el desarrollo afectivo son el resultado de la interacción social entre el niño y el entorno que le rodea. Los factores externos son aportados por el entorno (culturización, circunstancias, ambiente…) y los factores internos por el propio individuo (características individuales: intereses, emociones, temperamento, personalidad…).

Como hemos hablado antes, los niños desde sus primeras semanas de vida muestran una serie de emociones que en general, se considera que a lo largo de la infancia aparecen en las niñas y los niños casi todas las emociones básicas: alegría, tristeza, enfado, aversión, miedo y sorpresa.


  • Alegría. A través de esta emoción los bebes manifiestan su bienestar mediante la sonrisa. Durante las primeras semanas se asociará a liberar tensión. Los pequeños sonríen cuando se encuentran a gusto. Hacia el segundo mes aparece la sonrisa social como respuesta a la voz y rostro humanos y unos meses más tarde aparece la risa.

                • Tristeza. Cuando un niñ@ experimenta esta emoción se siente triste, apenado, pesimista o desanimado. Es importante destacar que las expresiones de tristeza son menos frecuentes que las de enfado o ira. Algunos motivos pueden ser: separación de la pareja, privación de afecto por abandono, perdida de un ser querido.



  • Enfado. Esta emoción está asociada a una sensación de rabia, furia, irritabilidad, enojo o resentimiento. Los bebes expresan su malestar mediante el llanto. El desarrollo afectivo del niñ@ ira ligado al desarrollo cognitivo y por tanto, el llanto, el grito, y los ataques físicos (primer ciclo de Ed. Infantil) irán reemplazándose por ofensas verbales intimidaciones e insultos (segundo ciclo de Ed. Infantil). Los niñ@s suelen mostrarse agresivos cuando están asustados o se sienten amenazados.



                • Miedo. El miedo es una emoción natural que nos sirve para ponernos en alerta en situaciones amenazadoras y para proteger el bienestar físico y psíquico del organismo. El miedo en los niñ@s sigue un progreso evolutivo, desde no percibir estímulos dañinos como amenazas hasta aparecer el miedo al daño físico y social.

  • Aversión. La aversión genera una sensación de asco, disgusto o repulsión hacia el hecho o situación que lo provoca. Se manifiesta externamente con una peculiar expresión facial (a partir de los 3 meses fruncen el ceño, arrugan la nariz y elevan los labios superiores). Esta expresión se da interculturalmente pero no su valoración.

                • Sorpresa. La sorpresa supone una reacción de asombro o sobresalto ante una situación nueva o extraña que puede producir alegría o ira. Es la emoción más breve. Esta expresión se caracteriza por que los ojos y boca quedan muy abiertos, se elevan las cejas y se inclinan el cuerpo hacia delante. También se puede acompañar de una exclamación.




Una vez conocidas las diferentes emociones, será importante que en el aula seamos capaces, como educadoras, tener en cuenta el mundo afectivo del niñ@ en todo lo cotidiano, puesto que es muy importante que expresen sus emociones y no las repriman. Por ello debemos tener en cuenta el papel del educador en el desarrollo afectivo del niño.

Para favorecer situaciones alegres en el aula o en el centro escolar debemos primeramente repartir un soplo de alegría en nuestro entorno, poner humor a la vida, y sobre todo reír con los niñ@s y aprender mutuamente educador y niñ@s. Una buena experiencia de juego es excitarse y alterarse y luego volver de nuevo a encontrar el equilibrio. Por último, debemos poner humor, ironía... a nuestra vida siempre y cuando sea de buen gusto pues es un signo de inteligencia.

Cuando los niñ@s nos comuniquen su malestar mediante el llanto, deberemos aprender a aceptar el llanto del niñ@, enseñándole a utilizarlo como modo de relajar una pena. Así pues, cuando llore deberíamos acompañarle poniéndole nombre a lo que siente y mostrándole nuestra comprensión. De todos modos, es natural que algún día pueda estar triste y que así lo exprese, pues esto le ayudara a conocer sus emociones. Deberemos hablar de lo que nos preocupa, nos pone tristes... También es cierto que habrá que diferenciar el llanto del gimoteo, hay niños que aprender a pedir o exigir gimoteando y será importante cortar estos comportamientos de raíz.

En situaciones de ira o rabia, esta emoción del niñ@ deberá ser tolerada por los demás pues no puede aprender a dominar sus impulsos agresivos a menos que los pueda experimentar. Podremos ofrecerles espacios legítimos donde pueda soltar su furia sin hacer daño como por ejemplo los juegos de simulación de luchas.

En situaciones de miedo, deberemos ayudar a los niñ@s poniendo nombre a lo que le pasa para vincularlo a lo conocido y reducir la ansiedad. Tranquilizarle mostrándonos serenas y no obligarle a enfrentarlos a estímulos que le provocan miedo. Es importante que el miedo deje de ser una muestra de debilidad y se viva como un hecho cotidiano. También podemos compartir con los niñ@s alguno de nuestros miedos, para mostrarles que todo el mundo tiene miedo a algo y así también permitirle que nos consuele y ayude, pero, en cierta medida, pues debemos evitar transmitirle nuestros propios miedos. Una buena técnica es usar el humor para relajar la situación, pero sin hacer bromas a su costa.

Cuando nos encontremos con un niñ@ ante situaciones de aversión como por ejemplo cuando se le introduce en la comida algún alimento nuevo o cuando trabajan con materiales nuevos (como el barro), deberemos presentar el nuevo material, comida etc, de forma atractiva y motivadora. También debemos respetar el ritmo del niño a la hora de acercarse a estas nuevas situaciones como es el caso del nuevo material o la nueva comida, para ello, puede ser útil las aproximaciones sucesivas. Sera favorable para los niños que observen a sus iguales en contacto con el nuevo material para que comprendan que no pasa nada por tocarlo.

Para trabajar la sorpresa, por ejemplo en el aula, con magia, con lo inesperado ( objetos y situaciones que parecen una cosa y luego son otra, actividades diferentes –salidas-) con el efecto sorpresa (cajas de sorpresa, baúl sorpresa..) suele ser muy estimulante y motivador para los niñ@s siempre que este adaptado a su edad y a lo que pueden afrontar.

Hasta ahora hemos estado hablando de la intervención en el desarrollo afectivo, diferentes factores que intervienen, que tipos de emociones aparecen a lo largo de la infancia, cual es el papel del educador en el desarrollo afectivo del niño… Pero, también es fundamental tener en cuenta lo que el niñ@ siente hacia sí mismo, puesto que es algo que va a condicionar en gran medida su desarrollo.

La autoestima es el conjunto de sentimientos y valoraciones que se tiene sobre uno mismo, y puede ser positiva (alta) o negativa (baja). La forma de valorar lo que uno cree que es origina la autoestima global.

La autoestima global entorno a los 7/8 años se va organizando jerárquicamente en varias autoestimas: afectiva (características de su personalidad), física (habilidad física, apariencia física) social (relación con la familia, grupo de iguales, educadores…) académica (lectura, escritura, matemáticas y otras materias).

En el desarrollo de una autoestima ajustada también intervienen algunos factores como el estilo de educación familiar pues se forma una opinión de sí mismo a partir de lo que piensan las personas significativas para él; el contexto escolar que se incluye tanto la forma de actuar de los educadores como la relación que establece con sus iguales; y los datos que el niñ@ extrae sobre su propio comportamiento.

En general, un niñ@ con alta autoestima estará orgulloso de sus logros, actuara con independencia, asumirá responsabilidades con facilidad, sabrá aceptar las frustraciones etc. Mientras que, un niño con baja autoestima no sabe encontrar aspectos de ella misma sobre los que sentirse orgulloso, es sensible a la información negativa que recibe sobre sí misma y tiende a ignorar las propias posibilidades y se centra en las debilidades: sentirá que los demás no le valoran, se dejara influir por otros con facilidad, se sentirá impotente etc. Por último, cabe destacar que la baja autoestima también puede comportar actitudes compensatorias, con la finalidad de reducir el sufrimiento, como actitudes de expansión dominante, con sentimiento de odio e incluso agresividad desarrollando en algunos casos una conducta antisocial.




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